Nuestras
decisiones políticas, sociales y empresariales han impulsado la crisis
climática y sanitaria que vivimos actualmente. Más del 90% de las personas en
el planeta respiran aire insalubre debido a la quema de combustibles fósiles.
En un mundo que se calienta, los mosquitos, así como otros insectos vectores,
propagan enfermedades más lejos y más rápido que nunca. Los fenómenos
meteorológicos extremos, la degradación de la tierra y la escasez de agua están
desencadenando progresivos desplazamientos humanos poniendo en riesgo
poblaciones enteras. La contaminación por plásticos colma nuestros océanos,
cubre la cima de nuestras montañas y afecta incluso nuestra cadena alimentaria.
Los sistemas que producen alimentos y bebidas altamente procesados y poco
saludables, están impulsando una ola de obesidad, aumentando el riesgo de
padecer cáncer y o enfermedades cardíacas, y produciendo un tercio de las
emisiones globales de gases de efecto invernadero.
La
pandemia ha expuesto debilidades en todas las áreas de la sociedad y ha
resaltado la urgencia de crear mecanismos de bienestar sostenible comprometidos
con lograr una salud equitativa para las generaciones presentes y futuras sin
traspasar los límites ecológicos. Los objetivos de una economía integral deben
ser el bienestar humano, la equidad y la sostenibilidad ecológica. Estos
objetivos se traducen en inversiones a largo plazo. Romper estos ciclos de
interrupción de la salud humana y del planeta requiere acción legislativa,
reformas corporativas y apoyo e incentivos para que las personas tomen
decisiones saludables. Fuente: Artículo de la OMS.
-Publicado por SGA - Secretaría de Gestión Ambiental.